viernes, 27 de febrero de 2015

AMANTE DEL INGENIO, DEL COLOR Y LA FIGURA




El arte pictórico está considerado como una escuela del pensamiento, ya que su existencia es la implantación de la idea, la forma, el color y abstracción que de la obra se obtiene como proceso del pensamiento. Al contemplar la obra artística de la ecuatoriana Blanca Vásquez Cisneros podemos definir como un manifiesto espiritual,  donde está expuesta la capacidad expresiva de la artista y la sensibilidad que transmite al que contempla. 
Su obra tiene la capacidad de manifestar que cada color tiene diferentes propiedades, como color y como mensaje, con infinitas posibilidades de experiencias expresivas. El color va tomando posesión de la artista hasta llegar hacer uno para fusionarse en  luz vibrante y en armonía irresistible  donde la artista habla sin decir una palabra.

Estos diversos idiomas estéticos que la artista dispone de un modo aparentemente caótico sigue un dictado intuitivo, donde las formas y colores revelan la existencia de un universo espiritual rico y complejo que al espectador lo lleva a planos de su existencia objetiva, donde el efecto físico del color suscita una vibración anímica, y ésta, a su vez, permite la asociación con otros sentidos. Aquí se produce la alquimia donde la filosofía del color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma.

En este idioma estético relacionamos el alma con un piano con muchas cuerdas. Blanca Vásquez  son los dedos de esa mano que presiona las teclas y hace vibrar adecuadamente la sensibilidad humana, como ese sonido interior de la emoción espiritual que suscita los recursos cromáticos de una existencia eventual de la forma y el color en el que se  apoya su  pintura y que nos hace sentir la euforia del arte como fuente inagotable de pensamiento y creación. Allí es donde se vislumbra el encuentro con el  laborioso talento de quien conoce su oficio, al mismo tiempo que es evidente su mayor libertad de creación. En la obra de esta artista ecuatoriana permite que las formas respiren, que los espacios den lugar a que el ondulante aire de colores nos acaricia y  transmita una fiesta de  formas y composiciones en la parcela del lienzo, gracias al cual podemos concluir con una catarsis estética.
Con esa sensibilidad la artista pinta al cuerpo humano, no como un ente aislado, sino como  protagonista; que desde el lienzo se comunica con el mundo, creando un lenguaje propio y único en cada obra. Quizá nos acercamos al misterio del arte.

En este misterio del arte Blanca Vásquez prioriza la estética de la plasticidad del movimiento que todo desnudo presenta, ya que como representación del ser vivo, el cuerpo humano debe expresar ese movimiento, y ser tan natural que apenas se note. La postura elegida en el modelo es clave para que la obra sea atrayente. La línea que la artista  brinda en sus trazos sigue la forma del cuerpo es algo así como el ritmo, la música interna de la pintura.

Por último, al analizar en su obra la luz y el color en su sabia distribución en su pintura  nos hace viajar por cada obra con placer; extrayendo toda la belleza a la materia. A veces, he llegado a pensar si la luz es la esencia de la pintura, ya que en ella hay algo intangible, que maravilla y cautiva.  Pero  el arte es algo tan complejo que no puede reducirse a un solo elemento.