sábado, 6 de junio de 2015

UNA MUJER QUE INSPIRO A TODOS

Obra de la pintora norteamericana Romaine Brooks



Ida Rubinstein fue bailarina afamada del período de la Belle Époque. Sin embargo la fama en este campo no le llegó por su calidad sino por su imagen, por su presencia escénica, capaz de anular al resto de elementos que había en el escenario. Aunque comenzó a bailar siendo una adolescente su entrenamiento formal en el campo de la danza fue tardío y, a falta de técnica, hizo de su capacidad de interpretación su mejor bandera sabiendo aferrarse a ella con con fuerza y escogiendo trabajar en obras que se adaptaban como un guante a sus condiciones físicas y expresivas.


En todos los sentidos Ida Rubinstein era lo que algunos llaman un "animal escénico", capaz
de seducir tanto en encima del escenario como en el patio de butacas. La primera oportunidad de subir a las tablas le llegó, nada más y nada menos, que de mano de Michel Fokine, considerado por muchos como un revolucionario del ballet. La obra elegida para su debut en 1909 fue la "Salomé" de Oscar Wilde y en su interpretación Rubinstein no dejó indiferente a nadie ya que se desnudó por completo en la Danza de los Siete Velos. Imposible ya no hablar de ella. Después de Fokine le llegó el turno de seducir al empresario Serguéi Diáguilev, quien la eligió para formar parte del elenco de los Ballets Rusos, que hacían giras por toda Europa. Con esta prestigiosa compañía se puso en la piel de Cleopatra en 1909 y de la pérfida Scheherazade en el montaje de "Las mil y una noches" del año 1910.

Su carrera como bailarina fue larga se mantuvo activa hasta el inicio de la II Guerra Mundial. La expresión, la sensualidad y el dramatismo extremo estuvieron siempre presentes en sus trabajos.

Otra faceta de Ida Rubinstein que la convierte su biografía en algo apasionante fue una musa de su época, una fuente de inspiración ligada siempre a la polémica y a la ruptura de esquemas y convenciones sociales. La más fuerte de todas, la que protagonizó al llevar a escena "Le marthyre de Saint Sébastien"(1912), con libreto de Gabriele D'Annunzio y música de Claude Debussy. En esta obra Rubinstein se ponía en la piel de San Sebastián y para las autoridades eclesiásticas y la sociedad conservadora de la época aquello fue poco menos que una herejía y no sólo porque una mujer se metiera en el papel del mártir sino porque, además, esa mujer era judía. 

Varias obras de arte de la época nos muestran la belleza de Ida Rubinstein. Fue retratada por el pintor Valentín Serov en 1910 y el escultor de Art Decó Demetre Chiparus produjo con un figurín de ella. También cayó seducido a sus pies el pintor español Antonio de Gándara, que en aquel momento era uno de los artistas preferidos de la élite parisina, y precisamente en París Ida Rubinstein conoció a la pintora norteamericana Romaine Brooks, que además de ser su amante la pintó desnuda en el papel de una melancólica y triste diosa Venus.

Tampoco la música pudo escapar a los encantos de Ida Rubinstein. En 1927 y siguiendo la costumbre de buscar sus propias composiciones, la bailarina encargó Maurice Ravel, que acababa de llegar de una exitosa gira por Estados Unidos y Canadá, un ballet inspirado en España. Viendo el carácter y la hipnótica presencia de Rubinstein Ravel se vió directamente sumido en una antigua danza andaluza, el bolero, que le sirvió de inspiración para firmar una auténtica obra maestra.

















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